Vaya reto. Les confesaré que comenzar esta crónica supone para quien suscribe más de un dolor de cabeza. Temo no estar a la altura de lo vivido, de lo oído y, por supuesto, disfrutado. Además, tengo a dos de los protagonistas ojo avizor, porque esos mismos, aunque con diferente tonito en su día -seis años atrás-, enviaron sendas reprimendas a otro texto de un servidor en un medio ahora enemigo.
Llegué al campo de batalla desde Ponte Liñares. Le daba vueltas a una idea fija: "Siempre es un poco lo mismo... Los recitados, parecidos; ganan los mahometanos... ¿Y si no encuentro un punto de partida decente para tan ansiado texto una vez que yo mismo me había propuesto el mencionado reto?"
Pero, no. A Saínza nunca falla, nunca defrauda. Fue alcanzar uno de los laterales del recinto -próximo al castillo y enfrentado al palco convertido en altar- y escuchar aquello de "No nome do pai..." inicial de la eucaristía, para decirme: "Tranquilo, tío, ya está. Si no tienes nada mejor, la homilía del cura rojo te salvará".
Perdón, Antonio, por la mención esperada aunque sé que no compartida -no te van mucho los protagonismos-, pero no podía evitarse. El causante de aquel laureado texto estaba de vuelta en A Saínza, justo el año en el que el Concello recuperaba el rojo, la alcaldesa se vestía de verde y en las filas norteafricanas -con casi más mujeres que hombres-, la mayoría lucía capa azul -ya saben, los impíos que la acaban palmando al final del combate (también electoral)-.
Sin embargo, todo era susceptible de mejorar, como así ha sido. Y uno de los momentazos llegó con la lectura de la carta de San Pablo a los Filipenses (no los de Felipe), de voz de la regidora Josefa Asunción: " (...) Non sei o que escoller. As dúas cousas tiran por min, querería morrer para estar con Cristo, pois é moitísimo mellor. Sen embargo, por mor de vós, cómpre que eu quede neste mundo... (...)", recitó con el secretario provincial del Partido de los Socialistas de Ourense, Rafael Rodríguez Villarino; Amador Díaz Penín -alcalde de Xinzo y otrora pareja de baile de Elvira Lama en la alcaldía antelana-, y la anteriormente mencionada, entre otros, todos detrás. Comprenderán que solamente en A Saínza puede darse tal suerte de combinaciones que hacen que la ligeramente alocada y perversa mente de quien suscribe vuelva atrás unos pocos meses, aquellos de las convulsas semanas previas -y posteriores- al 28M.
Pidió Antonio Fernández Blanco perseguir una personalidad fuerte, una "fe firme, madura e adulta e un espíritu crítico para non nos deixar manipular por tantas informacións que nos chegan de tantos lados", adoctrinando claramente sobre la vida y su aconsejable objetivo último, según él: "Na vida non fai falta ser os primeiros, ter unha medalla ou unha copa; ou acumular máis... Chega con vivir e axudar a vivir", mensaje que por supuesto no caló entre las filas cristianas -las del figurado bando combatiente, digo-.
Giró su discurso veladamente hacia Ucrania -"ogallá todas as guerras fosen como esta que imos presenciar aquí"-, mantuvo -habitual en él- un claro mensaje de acogida a los desvalidos en los movimientos migratorios -"aínda o recordou o Papa onte en Marsella"- y acortó los plazos de la plegaria a la Virgen de la Merced -"a verdadeira protagonista do día de hoxe"- para "ir pedindo de ano en ano".
"Puidemos ir dar unha volta que nos sobraba o tempo", escuché entre el público de un seguro infiel infiltrado cuando la solista femenina cantaba en arameo -literal- en medio de la eucaristía -eran ya los momentos previos al inicio del siempre esperado combate-. Les anticipo que pese a ser más en número, tener a féminas en sus filas y a un jefe más joven y alimentado que el enclenque líder de los cristianos, ganan los últimos.
"Vai haber ostias"
El público, siempre muy sabio, traducía a un lenguaje más coloquial el parlamento de los jefes de ambos bandos. Aquello de "se guerra queredes, guerra teredes" se acortaba en un "vai haber ostias", y las prisas llegaban solo siete minutos después de haberse iniciado la contienda: "Dádelle duro que quedei á unha e media para ir buscar o pulpo", animaban a los cristianos.
Con todo -ya se saben sobradamente la historia-, y pese al timorato comportamiento inicial de los defensores de la fe en Cristo -que si vamos a pedir que nos devuelvan el estandarte vía pergamino entregado en persona... Que si más tarde invitamos a parlamentar en lo alto de un par de piedras...-, llegó el combate de esos de los que Fernández Blanco querría que fuesen -de chiste-.
Los moros derramaron mucha más sangre joven que los cristianos; sucumbieron -pese a sus bombazos de artillería multicolor- al poderío de la caballería católica y la misericordiosa Virgen de la Merced vio, cerca de las dos de la tarde, como los impíos del Sur hincaban la rodilla ante su manto.
Los fuegos de artificio a plena y luminosa luz del mediodía, el vermú previo a la tapa de pulpo o churrasco, el Combo Dominicano en horario vespertino y la siempre imbatible esencia de la Saínza repartida bajo las "carballeiras" del lugar -algunas ya saben que más que imponentes e históricas- resumen lo que restó del gran domingo de la Merced, teñido de rojo en Rairiz, en esta edición más que nunca -pese a Feijóo y los suyos, en Madrid-.
Nota del redactor -que no de la redacción-
No se sabe si ha sido la Virgen de la Merced, el espíritu de su romería o la homilía del cura "rojo", pero se obró el milagro de incorporar en este diario publicaciones de su rival actual. Sobre estas líneas, el mencionado texto de hace seis años, inspirado por Fernández Blanco aquel día, y firmado por quien hoy también suscribe.